Clara es una mujer boliviana que en 2002 vio partir a su marido hacia España para buscar " mejores oportunidades económicas". Ella se quedó con sus dos hijas de corta edad y con su venta ambulante de comidas en el pueblo. Pasaba el tiempo y Diego, su esposo no mandaba dinero porque decía que los gastos que tenía no se lo permitían. Por fin él vuelve de visita en 2005, ya regularizado en España. Clara está contenta pero desea ir con Diego y sus hijas al país de residencia de su marido. Él le pone mil pretextos y vuelve solo a la Madre Patria. Sin embargo, cuando habla por teléfono con su mujer e hijas les dice que las echa mucho de menos.
Clara es una mujer valiente y decide volar a España con sus dos hijas y le avisa a Diego cuando están a punto de llegar. Diego las recibe pero las lleva a casa de unos familiares en una ciudad a una hora de la ciudad donde realmente vive Diego.
Les dice que no las puede llevar porque comparte piso con otros paisanos y desaparece. Sus familiares empiezan a incomodar a Clara y le exigen dinero por su estancia. Llama desesperada a su marido pero éste no contesta el móvil. Ella y las niñas van a la ciudad donde vive Diego y como no pueden localizarlo van a la policía, quien las deriva a un centro asistencial de mujeres.
Diego es entonces localizado y denunciado por abandono de familia. Sin embargo, Clara no entiende el entramado judicial y tampoco la entienden a ella, por lo cual quita la denuncia.
Al poco tiempo se entera de que su esposo vive con otra mujer boliviana con la que ha tenido un hijo y también empiezan sus reclamaciones para que le pase una pensión a sus hijas. A partir de ese momento, Diego le declara la guerra a su mujer, inventándose él y su actual pareja unas supuestas agresiones de Clara hacia ellos para que ella tuviera antecedentes penales y como persona en situación irregular pudiese ser más fácilmente deportada. Diego interpuso el divorcio para que ella no pudiera regularizarse ni tener ninguna preferencia para ello.Pero Clara nunca ha bajado la guardia. Se opuso a ese divorcio por servir como instrumento para que ella pudiera quedarse sin derechos. Ella y sus hijas son víctimas del machismo más exacerbado. La justicia local no la entiende y cree que es una mujer que ha perdido el norte. Mientras tanto, ella y sus hijas ya tienen la residencia legal que tanto le obstaculizó el marido. Todavía no tiene sentencia de divorcio pero ya no es más una sin papeles. Trabaja sin cesar cuidando ancianos, las niñas estudian mientras su padre ahora está en el paro y se emborracha.
Y todavía hay una denuncia de la compañera sentimental de Diego contra Clara. Pretende que no renueve la residencia y vuelva a la ilegalidad.
Pero ¿ Cómo se pueden castigar estos maltratos encubiertos? Estoy segura que en España hay muchas Claras.
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